Muchos dicen que el paraíso está en un lugar muy muy lejano, pero pocos saben que está más cerca de lo que creemos. Yo encontré el mío hace cuatro meses, más o menos. Un lugar que está a dos horas y media de avión de Madrid y un lugar al que me iría en cada rato que tuviera. Algunas personas lo compartieron conmigo, y también piensan igual que yo, que es un sitio relajante, maravilloso y de desconexión total.
Lo gracioso es que este viaje se empezó a planear como seis meses antes de que se hiciese realidad, pero no me extraña nada, pues el destino estaba clarísimo: Tenerife. Después de llevar dos meses ya de depresión post- verano, llegó el día 11 de octubre, ese día que tanto esperábamos, el día en el que nos dejaríamos llevar por los aires canarios y por el aroma a tierra volcánica. Ese día no me importó en absoluto ir a clase, fui feliz pensando que en unas horas estaría subida en un avión rumbo a la isla.
Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos ya subidos en el autobús que nos llevaba al hotel. Me habían hablado del hotel al que íbamos, pero yo estaba intrigadísima por saber cómo era. Decían que era impresionante, que era uno de los hoteles más bonitos de todo el archipiélago, pero se quedaron cortos con todas esas descripciones. Cuando llegamos era ya de noche, pero el color rojizo de la fachada del hotel se apreciaba perfectamente. ¿Os imagináis estar en uno de esos palacios árabes que salen en las películas? Pues esto era más o menos así. Entramos en el hall y todo era elegante y lujoso, todo brillaba como una patena. Pero cuando llegamos a las habitaciones, ahí no pudimos alucinar más. Dos camas enormes, un baño gigantesco y una terraza que daba a la parte delantera del hotel.
Al levantarnos, nos encontramos con un buffet de desayuno impresionante, en el que había de todo lo que os podéis imaginar y más. Y cuando salimos al aire libre, fue cuando nos sentimos en el mismísimo paraíso. Piscinas, campos de golf, playas, flores, calor, sol, aguas cristalinas, el canto de los pájaros; la tranquilidad por excelencia. Me dio esa sensación de estar como flotando por las nubes, eso que sientes cuando tus piernas andan solas y no controlas los movimientos de tu cuerpo.
Me sentía camuflada en un universo de calma, no pensaba en nada y mi mente fue libre por un tiempo. A pesar de que siempre tenemos preocupaciones en la cabeza, recuerdo perfectamente que supe dejarlas a un lado y concentrarme solo en lo que tenía delante de mis ojos esos días.
Es verdad que ya había estado en Tenerife, pero también es cierto que los viajes cambian según con las personas con las que vayas. En esta ocasión fui con un grupo de gente con el que me encanta estar, unas personas con las que me siento muy a gusto y con las que paso mucho tiempo habitualmente. Personas con las que he compartido muchos momentos y con las que me gustaría seguir compartiendo cosas, unas personas con las que me río hasta más no poder.
Me sentí completamente feliz durante ese viaje de cinco días, cinco días que pasarán a la historia y cinco días que los recordaré siempre como perfectos.
Paz Olivares.