miércoles, 23 de octubre de 2013

Aquellos maravillosos 90



Todos recordamos ciertos momentos de nuestra vida con detalle, todos tenemos pequeños instantes grabados en la memoria, todos hemos vivido tan intensamente algún periodo de nuestra existencia que nunca vamos a deshacernos de los recuerdos que han conformado esa etapa. Y la infancia es una de ellas, es una de las épocas con más importancia en nosotros, son los años en los que nos vamos convirtiendo en quiénes somos hoy.

No sé si será por haber ido a buscar a mis primos al cole esta tarde, no se si será porque uno de ellos me ha dado una chuche y me he transportado a mis 11 años. No sé si será por las niñas de la casa de al lado que están ahora mismo llorando como si no hubiera un mañana o si será por algo que escribí esta mañana en mi perfil de Facebook lo que me ha hecho ponerme a escribir sobre aquellos maravillosos tiempos.



No teníamos la alarma del móvil en la oreja para despertarnos, sino que eran nuestros padres los que entraban y nos levantaban a voces. No éramos nosotros los que nos manejábamos en autobús o en metro, sino que cada mañana eran ellos los que nos llevaban al cole. Subíamos al coche y los informativos comenzaban a sonar sin descanso, mientras a nosotros no nos importaba y tarareábamos las sintonías. La música aún no ocupaba un lugar esencial en nuestras vidas, no habíamos descubierto lo que era un Ipod o unos simples cascos. A ver a qué jugábamos en el recreo o pensar al lado de quién nos sentaríamos en el comedor era lo más importante en nuestro día a día.  

Ahora todo ha cambiado. Los fines de semana no madrugamos para ver los dibujos animados y en cambio apuramos al máximo para dormir. Hemos sustituido los juguetes por los móviles, por el whatsapp y por todo tipo de atontamiento que incluya algo de tecnología. Nos hemos quitado los lazos del pelo y ahora nuestro interés solo está en la máquina del gimnasio y en la ropa de Zara. El mítico diario con llave en el que escribíamos de nuestros sueños y secretos más profundos lo hemos guardado en un cajón y ahora solo tenemos que escribir un tweet.




Antes uno de nuestros mayores dolores era una herida de una caída, pero a medida que hemos ido creciendo, las heridas se han convertido en preocupaciones constantes. A medida que el tiempo ha pasado y que nos han enseñado a tomar decisiones, hemos ido construyendo nuestro hoy. Hoy somos personas, antes éramos algo que se podría llamar “proyecto de”. Hoy somos capaces de entender todo lo que va implícito dentro de una canción, de un libro o de una película. Hoy no tenemos mil amigos que nos invitan a sus cumples y con los que compartimos piñata, pero tenemos a los pocos que lo son de verdad. Hoy somos personas que sabemos mirar a nuestro alrededor y que hemos aprendido de todos nuestros fallos. Hoy somos personas que no pueden curar una preocupación con una tirita. Pero eso sí, hoy somos capaces de levantarnos del suelo sin llorar.


Paz Olivares.