Esta tarde ha sido una de esas en las que estás muerto de sueño, pero no consigues dormirte. Esas a las que se podría llamar tarde de "intento de siesta". Pues me he tumbado de lado en mi cama y si, era súper apetecible. Me iba a empezar a leer un libro titulado "Las cosas que no nos dijimos", pero estaba demasiado cansada como para concentrarme.
Me he girado hacia el otro lado y me he empezado a fijar en pequeños detalles que me rodeaban en ese momento. El sonido de las agujas de mi reloj swatch de color morado; el dolor que seguía teniendo en la mejilla derecha después de haberme mordido esta mañana; en la cicatriz que tengo en la pierna desde hace dos meses por un arañazo que me hice gracias a la caída en unos arbustos; el nuevo arañazo que me he hecho este fin de semana gracias a otros arbustos (sí hombre, más torpe y no nazco); mi voz afónica de hoy; mi corcho lleno de fotos que siempre está ahí pero que nunca miro; cosas físicas que, aunque no lo creamos, tienen importancia. Pequeños detalles.
Pequeños detalles que nos hacen acordarnos de cosas de las que nunca nos acordamos. Esos arañazos o esas cicatrices nos pueden enseñar que has tenido malos momentos pero que ya han cicatrizado, que ya han pasado de largo. Nos pasa a todos. Momentos que no volveremos a pasar. Arañazos que nos hacemos pero que nos enseñan a caernos y a levantarnos, con o sin ayuda. Arañazos que se convierten en ligeros recuerdos.
El dolor en la mejilla. Bueno... en realidad no significa nada, pero me dolía bastante. Como alguien que conozco diría y se reiría al decirlo: "Ah, pues no". En fin.
Las agujas del reloj, sí. Esas son las más importantes, digamos. Son unas pequeñas piezas que están en el reloj, aunque también en nuestras mentes y nos hacen pensar que cada segundo que pasa es un segundo en el que respiramos. Cada segundo es de oro, aunque eso si, un oro que no se compra.
Y con este momento de inspiración, hasta otra queridos.
Paz Olivares.
lunes, 23 de julio de 2012
jueves, 19 de julio de 2012
Memorias de una becaria 1
Buenas, queridos. Os escribo desde la redacción de una emisora de radio. Espero que los jefes no me vean ahora mismo. Pero también espero que no haya una cámara oculta vigilándome, o cualquier tipo de cámara que, aunque no sea oculta del todo, yo no haya visto. Hacía mucho que no escribía, pero ya tenía ganas y, sobre todo, inspiración.
Hace unos meses me presenté a unas pruebas para poder hacer prácticas en verano en la radio. En fin, no es en lo que me gustaría trabajar el resto de mi vida, pero por algo tengo que empezar. Los que me conocen saben que algún día me gustaría trabajar en una revista de moda o de viajes. Me encanta escribir, aunque me da mucha pereza, eso sí. Soy vaga de vez en cuando, por no decir la mayoría de las veces que me mandan hacer algo. Bueno, no me entretengo, que me voy por las ramas.
El caso es que hace unos meses, como ya he dicho, me llamaron después de haber mandado el currículum para ver si estaba interesada en hacer unas pruebas. Yo, no sé ni cómo, dije que si. El día llegó, era lunes y yo, con lo nerviosa que estaba, no fui a clase. Vamos, es que no me lo pensé dos veces y me quedé durmiendo una hora más que de costumbre. Aquí es una de las ocasiones en las que se puede comprobar mi pereza. Me levanté temblando como si fuera un flan, me puse mi camisa de Hollister de cuadros fucsia, mis vaqueros pitillo, unas manoletinas azules marino de Calvin Klein, cogí mi bolso y me subí en el coche.
Cuando llegué al sitio, solo veía gente y gente que tenía la misma cara que yo. Sí, esa cara de idiota que se nos pone a todos cuando no sabemos hacia dónde ir ni qué hacer. Entramos todos en una sala y nos dieron un carpeta de esas de cartón con varias preguntas de actualidad y con un folio para después hacer una prueba de redacción.
Me senté en una silla y me puse a leer las preguntas. Mi cara fue un poema. Mi cara fue de alucine. Mi cara fue de: ¿¡Dios mio, qué es esto!? A medida que iba leyendo, la cosa no mejoraba, así que opté por tranquilizarme y por hacer lo que pudiera o lo que se me ocurriera. Eso hice. Contesté a las preguntas lo mejor que supe y conseguí que me cogieran en Onda Cero.
Lo peor fue cuando me dijeron que me habían cogido, porque al principio me llevé desilusión por no poder irme de vacaciones en el mes de agosto, pero después pensé que iba a ser una gran oportunidad y que podía sacrificar un mes de mi vida por algo que podía abrirme puertas en el futuro.
Os seguiré contando cómo me va en la radio, aunque, de momento, no me va del todo mal. Aunque creo que es porque todavía no he empezado a hablar en directo. Cuando sea así, veremos.
Paz Olivares.
Hace unos meses me presenté a unas pruebas para poder hacer prácticas en verano en la radio. En fin, no es en lo que me gustaría trabajar el resto de mi vida, pero por algo tengo que empezar. Los que me conocen saben que algún día me gustaría trabajar en una revista de moda o de viajes. Me encanta escribir, aunque me da mucha pereza, eso sí. Soy vaga de vez en cuando, por no decir la mayoría de las veces que me mandan hacer algo. Bueno, no me entretengo, que me voy por las ramas.
El caso es que hace unos meses, como ya he dicho, me llamaron después de haber mandado el currículum para ver si estaba interesada en hacer unas pruebas. Yo, no sé ni cómo, dije que si. El día llegó, era lunes y yo, con lo nerviosa que estaba, no fui a clase. Vamos, es que no me lo pensé dos veces y me quedé durmiendo una hora más que de costumbre. Aquí es una de las ocasiones en las que se puede comprobar mi pereza. Me levanté temblando como si fuera un flan, me puse mi camisa de Hollister de cuadros fucsia, mis vaqueros pitillo, unas manoletinas azules marino de Calvin Klein, cogí mi bolso y me subí en el coche.
Cuando llegué al sitio, solo veía gente y gente que tenía la misma cara que yo. Sí, esa cara de idiota que se nos pone a todos cuando no sabemos hacia dónde ir ni qué hacer. Entramos todos en una sala y nos dieron un carpeta de esas de cartón con varias preguntas de actualidad y con un folio para después hacer una prueba de redacción.
Me senté en una silla y me puse a leer las preguntas. Mi cara fue un poema. Mi cara fue de alucine. Mi cara fue de: ¿¡Dios mio, qué es esto!? A medida que iba leyendo, la cosa no mejoraba, así que opté por tranquilizarme y por hacer lo que pudiera o lo que se me ocurriera. Eso hice. Contesté a las preguntas lo mejor que supe y conseguí que me cogieran en Onda Cero.
Lo peor fue cuando me dijeron que me habían cogido, porque al principio me llevé desilusión por no poder irme de vacaciones en el mes de agosto, pero después pensé que iba a ser una gran oportunidad y que podía sacrificar un mes de mi vida por algo que podía abrirme puertas en el futuro.
Os seguiré contando cómo me va en la radio, aunque, de momento, no me va del todo mal. Aunque creo que es porque todavía no he empezado a hablar en directo. Cuando sea así, veremos.
Paz Olivares.
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