Los viernes se nos notan en la cara a todos. Y, el que lo niegue, no es de fiar. A unos se les nota en la forma de vestir, a otros en la manera de sonreír y a los de más allá se les nota en cualquier otra cosa. En mi caso, mi imagen es de viernes totalmente. Los viernes siempre han sido mi día preferido de la semana. No los sábados, como para la mayoría de los mortales, sino los viernes. Es un día “medio fuera” del fin de semana, pero también “medio dentro”. Es un día en el que empiezas a planificar y a imaginar lo que vas a hacer durante esos dos días libres que tienes por delante.
Yo siempre he disfrutado de los viernes, pero ahora que hago prácticas en verano, los vivo como si fueran el último día de mi vida. Sí, sí, como si fueran el último. Y es que cada viernes de este mes de agosto preparo la maleta con unos shorts, dos bikinis, un vestido, unas cuñas y cualquier camiseta que encuentre por mi armario. Y en el bolso: gafas de sol, cascos, IPhone, cartera, los chicles que siempre llevo (5 Cobalt “Una menta refrescante”, sí, de los azules), el libro que me empecé ayer “Las cosas que no nos dijimos”, un quitagrapas (y aquí os preguntaréis ¿para qué narices lleva esta mujer un quitagrapas en el bolso?, bueno, pues me es muy útil por las mañanas en el trabajo para no destrozarme la manicura), y, lo más importante LOS BILLETES DE TREN.
A las cinco de la tarde cojo un tren con dirección Paraíso, un tren con dirección Benicassim. Allí están las personas con las que me gustaría estar todos los días del verano. Pero nooooo, tengo que estar sola en la capital como una pringada. En fin, qué le voy a hacer. Lo bueno es que los fines de semana me cunden mucho en ese paraíso. Bueno, vale, no es el Caribe, pero para todos los que llevamos veraneando en el mismo sitio desde que éramos pequeños, ese lugar nos parece especial. Allí lo único que tienes que pensar es lo que vas a hacer esa misma tarde, si vas a jugar al volleyball o si vas a quedarte en la playa hasta las tantas tumbado; si vas a cenar en la playa o si vas a irte por ahí.
Pues bien, esta mañana me he levantado, mirando con un ojo solo, como todos los días. Porque claro, esas horas son mucho madrugón para alguien a quien tanto le gusta dormir como yo. Me he arreglado, he desayunado, he cogido el bolso, las llaves del Mini, me he subido al coche y he cogido la A-1, desde la que he visto el amanecer, como todos los días. (Esta gente de la radio, madruga mucho… ¿por qué no harán programas a partir de las nueve de la mañana?) Hoy he elegido un vestido largo hasta los pies color coral de Stradivarius (a juego de mis uñas de manos y pies), unas sandalias tipo romanas, una chaquetita beige para combatir el frío del aire acondiconado y un bolso de Bimba y Lola.
Y con esto, acabo mi post de hoy desde Onda Cero. Hasta luego, queridos.
PD: Benicassim me espera. (Si estuviera escribiendo en Twitter pondría el hastag #quegusto)