lunes, 26 de septiembre de 2011

Y ahí estábamos: en medio del desierto

Las Vegas Night
Al haber viajado desde Madrid hasta la Costa Oeste de Estados Unidos, no podíamos limitarnos a Los Ángeles. Merecía la pena ir a un lugar único, un lugar que, aunque no está en el estado de California, se tardaba solamente una hora de avión. 

Concretamente, la ciudad a la que nos dirigíamos se encuentra en el estado de Nevada. No podíamos dejar de ir a la ciudad de los excesos, la ciudad de la fiesta, la ciudad de los casinos. Sí, exacto, estoy hablando de Las Vegas. 


 Era el día. Todos estábamos ansiosos por conocer una de las ciudades más famosas del mundo. Pues bien, cogimos un avión Los Ángeles- Las Vegas por la mañana. Durante el vuelo, apenas les dio tiempo a las azafatas a sacar el carrito de las bebidas. La razón por la cual no pudimos tomarnos algo fueron las turbulencias (que yo sigo pensando que se debieron a los nervios que tenía el piloto solo de pensar en el destino al que se dirigía). Tomamos tierra y lo primero que vimos fueron los hoteles enormes a lo lejos. Según bajamos del avión, ya había máquinas tragaperras en el mismo aeropuerto.


Góndola en el Hotel "The Venezian"
Calor, muchísimo calor, se nos pegaba la ropa. En realidad, es una paradoja porque ¿quién se imagina que en pleno desierto va a encontrarse con una ciudad impresionante, llena de hoteles, vida nocturna y luces? Pues sí, allí había como 50 grados, y sin exagerar. Pero entramos al hotel y teníamos para elegir entre siete piscinas. Cada uno de los hoteles tenía una temática: París, Venecia, Nueva York, Egipto, etc. Cada uno también tenía sus peculiaridades: la torre Eiffel, canales de agua con góndolas en medio del hotel, una montaña rusa gigantesca, esfinges, volcanes, lanzaderas y todo lo que podáis imaginar. A lo que iba, nuestro hotel era el Caesars Palace, con la temática de Roma. Allí entrabas y te encontrabas con el Coliseo, la Fontana Di Trevi,... vamos.. como si no hubieras salido de Europa. 


Pero no pudimos ir a la piscina, porque tampoco pudimos rechazar ir al que dicen que es el mejor Outlet de todo el país. ¿Quién iba a perderse eso? Yo no, desde luego. Volvimos al hotel como si no hubiéramos comprado en nuestra vida. Nos pusimos nuestro modelito de noche y a la calle. Creo que a partir de ese momento abrí la boca y no la volví a cerrar hasta que me metí en la cama horas después. Gente, gente, espectáculos, gente, gente, música, diversión, gente, más gente, limusinas, luces que se ven a kilómetros, y, por último, más gente. Nunca en mi vida he visto tantas personas por todas partes. Allí no tienes que estar pensando dónde ir para salir por la noche, NO, allí sales a la calle y la fiesta está de tu parte, la fiesta está asegurada. 

Podría contar millones de cosas más, pero todo lo que os he dicho es lo que más me impactó y con lo que me quedo. Desde luego, Las Vegas es como siempre lo había imaginado. Una ciudad a la que volveré cuando tenga 21 años, una ciudad a la que le he prometido que volvería seguro. Así que, ya sabéis, si algún día queréis ir, contad conmigo y con algunos más que estuvieron y que también prometieron volver. 



Paz Olivares. 

domingo, 25 de septiembre de 2011

¿En qué momento nos pusieron esa película?

Voy a empezar por el final esta vez. Lo hago porque quiero que sepáis a la conclusión a la que llegamos el tercer día de nuestra estancia en California. La conclusión fue una palabra a la que recurrimos durante el resto del viaje. Es una palabra que todos conocíamos pero que nunca usábamos. Aunque os parezca extraña, la palabra es "Polainas". 

Playa de "La Jolla"

Y ahora hagamos un flashback. Ese día nos dirigíamos a San Diego, una ciudad situada en la costa del Pacífico y que está a unas tres horas de Los Ángeles (en autobús). Como ya os dije, en este viaje éramos 32 personas de la misma familia. Solo tenéis que imaginar a la parte de atrás de ese autobús, todos primos, todos locos y todos riendo a carcajadas. Bien, sigamos con San Diego. Nuestra primera parada del trayecto fue la playa de La Jolla, un sitio en el que, aunque no lo creáis, la gente se baña en el mar con focas, leones marinos y bichos varios. Sí, yo también pienso que es un asco y que nunca lo haría pero, en fin... gente rara. 

Hotel Coronado


Después de esa parada, nos llevaron hacia el Hotel del Coronado. Si habéis visto la película "Con faldas y a lo loco" sabréis a qué hotel me refiero. Y aquí es donde empieza la conclusión a la que llegamos ese día. Cuando volvíamos a Los Ángeles otra vez, en las televisiones nos pusieron "Con faldas y a lo loco", de Marylin Monroe. La parte de atrás del autobús estuvimos demasiado atentos a una película que no habíamos visto en nuestra vida. Demasiado raro que estuviéramos atentos a una en blanco y negro. Pero había una razón: Polainas y las risas que vinieron después de escuchar esa palabra. La versión de la película estaba doblada en mexicano y, de ahí que el mafioso se llamase Polainas. Desde el momento que terminó, la parte de atrás del autobús se volvió completamente loca, entre imitaciones (todas de Polainas) y entre risas y risas. 

Me he reído mucho en toda mi vida, pero puede que ese haya sido uno de esos momentos en los que no puedes más porque te duele tanto la mandíbula que no puedes ni hablar. Solo os aconsejo que, si veis esa película, lo hagáis en la versión mexicana. Y no solo por lo que ya os he contado, sino porque pasaréis un buen rato. Aunque sea en blanco y negro, es divertida y completamente ABSURDA. 

Paz Olivares. 

lunes, 19 de septiembre de 2011

Primera parada: Los Ángeles

Ya ha pasado bastante tiempo desde la última vez que me pasé por aquí, pero es que he tenido un verano bastante movidito. Hoy he vuelto para escribir sobre todo lo que he hecho durante tantos días. Quizá muchos de vosotros hayáis comprobado que, cuando alguien habla de Los Ángeles, no lo hace tirando cohetes precisamente. Todo el mundo piensa que es una simple ciudad llena de edificios, palmeras, famosos y poco más. Ante todo, tenemos que tener en cuenta que es la segunda ciudad más grande de Estados Unidos, así que algo de importancia tiene solo por eso. 
Centro de L.A.

Hay que ir allí para darse cuenta de que es una ciudad impresionante; que ha sido el escenario de miles de películas y series; que es el lugar donde está Rodeo Drive, o sea, la famosa calle de las tiendas carísimas en las que compró Pretty Woman; el Griffith Park, desde el que se puede ver toda la ciudad mientras contemplas el cartel de Hollywood; Beverly Hills, uno de los barrios más famosos del mundo. También tenemos el Paseo de la Fama, en el que te puedes encontrar a cualquier persona, como me pasó a mi, que me encontré con Cayetano Rivera y Eva González, y en el que está el Teatro Kodak. Y por supuesto, no me voy a olvidar de contaros que tienes que tirarte al suelo y pelearte por hacerte una foto con la estrella del mismísimo Michael Jackson. 


Walk of Fame


 Otra de las partes que tiene L.A. es la playa de Santa Mónica, que es enorme, de arena blanca y llena de monumentos californianos. Sí, me refiero a esos monumentos de carne y hueso que te cruzas según paseas por la playa, esos monumentos que están jugando al Volleyball y que cubren su cara con gafas de sol y su cuerpo con un bronceado impecable. 

Universal Studios
Y, por supuesto, no voy a dejar de lado Universal Studios, el parque temático de las películas. Es un lugar al que llegas, compras la entrada y pasas directamente a formar parte de la ficción, te sientes totalmente parte de cualquiera de las escenas que vas viviendo. Yo misma sentí que estaba viviendo un terremoto dentro de una estación de metro, estaba sintiendo el calor de un incendio, descubrí como se hacen los efectos especiales en vivo y en directo. En conclusión:  Universal Studios es una pasada y, si vais alguna vez a L.A., no dejéis de ir porque cometeríais un grave error. 

Paz Olivares.