Érase un día
cualquiera en el que me despierto por la mañana, un día cualquiera en el que
miro el reloj y veo que llego tarde a clase. Me pasa muchas veces porque, a
pesar de ponerme tres alarmas con diez minutos de diferencia entre ellas, la
pereza y el sueño son superiores a mis fuerzas. Y entonces llega el momento en
el que mis pies sobrevuelan la cama y empiezan a arrastrarse por el parqué de
mi habitación. Y como cada día me viene a la mente el típico pensamiento
femenino delante de un armario lleno de ropa, llega el “¿qué me pongo?”. Pues
bien, vaqueros pitillo y un jersey simple, un conjunto sencillo que, adornado
con unos bonitos complementos hace que parezca planificado. Después de todo, el
estilo de ropa que llevas es la forma superficial de mostrarte al mundo, que,
queramos reconocerlo o no, es muy importante.
De camino a la
facultad, de nuevo vamos mi coche y yo escuchando la música de siempre, con
alguna que otra novedad en el Ipod,
pero sin llegar a ser algo que se salga de lo normal. Los atascos y los
semáforos al adentrarme en Madrid aparecen como de la nada, molestándome en
cada uno de mis segundos, recordándome que tendría que salir mucho antes de
casa. Llego a clase y me encuentro con la misma gente de siempre, los bostezos matutinos de todos los días, las
ojeras de cada mañana y el habitual deseo de que se acabe el día o de que
llegue el viernes lo antes posible.
Llego a casa y lo
único que se me pasa por la cabeza son trabajos, exámenes, prácticas y
proyectos de todo tipo. Veo estrés por todas partes, siento millones de cosas a
mi alrededor que me agobian y que me obligan a respirar hondo a cada rato.
Miles de preocupaciones y de obligaciones en mi día a día. Miles de problemas
sin resolver que me llevan al borde de la desesperación en muchas ocasiones. Eso
nos pasa a todos. Somos humanos y, como tales, tenemos el deber de saltar todos
los obstáculos que se nos ponen por delante, hemos de obligarnos a nosotros
mismos a tomar las riendas de nuestra rutina y a convertirla en una “no
rutina”.
Con una “no
rutina” me refiero a que existe también una manera fantástica de vivir el día a
día, puedo explorar una nueva forma de enfrentarme a lo cotidiano. En cada uno
de los momentos de agobio, puedo buscar cosas que me hagan ver que todo sigue,
que todo agobio se puede convertir en un esfuerzo más para conseguir lo que
quiero. En cada instante de desesperación puedo recurrir a algo que me haga ver
que no puedo quedarme atascada en un mismo punto, sino que de todo se pueden
obtener ventajas.
Lo cierto es que pienso que todos somos capaces de ver algo fuera de lo común en cada rato de nuestro día a día. Creo que, como se suele decir, a veces lo normal puede ser extraordinario y que no todos los días son iguales. Puede que parezca lo mismo de siempre, que todos los días a la misma hora nos levantemos, que cada tarde de invierno anochezca a las seis, que todas las noches pongamos la alarma del móvil antes de irnos a dormir o que veamos todos los días a las mismas personas.
Lo cierto es que pienso que todos somos capaces de ver algo fuera de lo común en cada rato de nuestro día a día. Creo que, como se suele decir, a veces lo normal puede ser extraordinario y que no todos los días son iguales. Puede que parezca lo mismo de siempre, que todos los días a la misma hora nos levantemos, que cada tarde de invierno anochezca a las seis, que todas las noches pongamos la alarma del móvil antes de irnos a dormir o que veamos todos los días a las mismas personas.
¿Y qué hago yo? Pienso
en el sol que puede alegrar un día de otoño, pienso en estrenar mi abrigo nuevo
en un día de frío intenso, pienso en disfrutar de una pequeña chocolatina
después de comer, pienso en un rato de lectura de un maravilloso libro que
puede amenizarme un tiempo muerto, pienso en miles de detalles que hacen que
todo lo que haga a lo largo de un día de supuesta rutina se conviertan en miles
de detalles que hacen que las horas que he estado despierta hayan sido
valiosas.
Lo ordinario, lo
diario o lo convencional puede llevarse más allá. Podemos buscar muchos caminos
para recorrer en el día a día. Lo que sí ocurre es que no somos conscientes de
que hacer siempre lo mismo está pasado de moda y que siempre podemos marcar la
diferencia. Así que recordad...
Paz Olivares.