jueves, 28 de noviembre de 2013

Marca la diferencia


Érase un día cualquiera en el que me despierto por la mañana, un día cualquiera en el que miro el reloj y veo que llego tarde a clase. Me pasa muchas veces porque, a pesar de ponerme tres alarmas con diez minutos de diferencia entre ellas, la pereza y el sueño son superiores a mis fuerzas. Y entonces llega el momento en el que mis pies sobrevuelan la cama y empiezan a arrastrarse por el parqué de mi habitación. Y como cada día me viene a la mente el típico pensamiento femenino delante de un armario lleno de ropa, llega el “¿qué me pongo?”. Pues bien, vaqueros pitillo y un jersey simple, un conjunto sencillo que, adornado con unos bonitos complementos hace que parezca planificado. Después de todo, el estilo de ropa que llevas es la forma superficial de mostrarte al mundo, que, queramos reconocerlo o no, es muy importante.


De camino a la facultad, de nuevo vamos mi coche y yo escuchando la música de siempre, con alguna que otra novedad en el Ipod, pero sin llegar a ser algo que se salga de lo normal. Los atascos y los semáforos al adentrarme en Madrid aparecen como de la nada, molestándome en cada uno de mis segundos, recordándome que tendría que salir mucho antes de casa. Llego a clase y me encuentro con la misma gente de siempre, los  bostezos matutinos de todos los días, las ojeras de cada mañana y el habitual deseo de que se acabe el día o de que llegue el viernes lo antes posible.


Llego a casa y lo único que se me pasa por la cabeza son trabajos, exámenes, prácticas y proyectos de todo tipo. Veo estrés por todas partes, siento millones de cosas a mi alrededor que me agobian y que me obligan a respirar hondo a cada rato. Miles de preocupaciones y de obligaciones en mi día a día. Miles de problemas sin resolver que me llevan al borde de la desesperación en muchas ocasiones. Eso nos pasa a todos. Somos humanos y, como tales, tenemos el deber de saltar todos los obstáculos que se nos ponen por delante, hemos de obligarnos a nosotros mismos a tomar las riendas de nuestra rutina y a convertirla en una “no rutina”.


Con una “no rutina” me refiero a que existe también una manera fantástica de vivir el día a día, puedo explorar una nueva forma de enfrentarme a lo cotidiano. En cada uno de los momentos de agobio, puedo buscar cosas que me hagan ver que todo sigue, que todo agobio se puede convertir en un esfuerzo más para conseguir lo que quiero. En cada instante de desesperación puedo recurrir a algo que me haga ver que no puedo quedarme atascada en un mismo punto, sino que de todo se pueden obtener ventajas. 

Lo cierto es que pienso que todos somos capaces de ver algo fuera de lo común en cada rato de nuestro día a día. Creo que, como se suele decir, a veces lo normal puede ser extraordinario y que no todos los días son iguales. Puede que parezca lo mismo de siempre, que todos los días a la misma hora nos levantemos, que cada tarde de invierno anochezca a las seis, que todas las noches pongamos la alarma del móvil antes de irnos a dormir o que veamos todos los días a las mismas personas. 


¿Y qué hago yo? Pienso en el sol que puede alegrar un día de otoño, pienso en estrenar mi abrigo nuevo en un día de frío intenso, pienso en disfrutar de una pequeña chocolatina después de comer, pienso en un rato de lectura de un maravilloso libro que puede amenizarme un tiempo muerto, pienso en miles de detalles que hacen que todo lo que haga a lo largo de un día de supuesta rutina se conviertan en miles de detalles que hacen que las horas que he estado despierta hayan sido valiosas.

Lo ordinario, lo diario o lo convencional puede llevarse más allá. Podemos buscar muchos caminos para recorrer en el día a día. Lo que sí ocurre es que no somos conscientes de que hacer siempre lo mismo está pasado de moda y que siempre podemos marcar la diferencia. Así que recordad... 



Paz Olivares. 



lunes, 18 de noviembre de 2013

Las cosas que no nos dijimos

Hoy lo que os escribo es corto, escueto y sencillo. Eso sí, es profundo también. Y es que esta tarde, mientras hablaba por teléfono, los ojos se me han ido hacia la estantería de mi habitación. Ahí es donde están los libros que me he leído y otros muchos que me quedan por leer. Y claro, al ser el rojo mi color preferido, me he fijado en "Las cosas que no nos dijimos", de Marc Levy. Uno de esos libros finitos que te llegan al corazón directamente. Es un libro que leí hace un año y del que aún guardo un bonito recuerdo. Se trata de uno de esos libros que te conmueven enormemente. Pues bien, aquí os dejo algunas de las frases que señalé y que os gustarán, tanto si os identificáis con ellas como si no. Y ya sabéis, si queréis pasar un rato emocionante, este libro es recomendable 100%. 

"La memoria es una artista extraña, redibuja los colores de la vida, borra lo mediocre y sólo conserva los trazos más hermosos, las curvas más conmovedoras." 

"Deja de proyectarte en el futuro. No hay platos rotos que reparar. Sólo hay cosas que vivir, y nunca ocurre como uno había previsto. Pero lo que puedo decirte es que la vida pasa a una velocidad de vértigo."

"Cuando se le presta atención, la vida nos ofrece señales asombrosas."

"Todos encontramos buenas excusas para no permitirnos amar, por miedo a sufrir, por miedo a que un día nos abandonen. Y sin embargo, amamos la vida, pese a saber que algún día nos abandonará." 

"A veces hay cosas que nos impulsan a actuar, a tratar de iluminarnos el camino. Quizá sea mejor equivocarse por torpeza que quedarse sin hacer nada."


Paz Olivares.